Nunca pensé que hoy en día un tobogán pueda generar en mi ser tanta adrenalina...Tal vez sea debido a la nula exposición a emociones fuertes durantes los últimos tiempos...
Tal vez sea porque realmente, usándolo de la manera adecuada, un tobogán pueda ser tan fascinante como enterarse que uno es adoptado...

El tema es que estos descubrimientos los hice hoy (el día en el que estoy escribiendo esto... martes, el último de enero... aunque ya es miércoles), cuando me vi parado frente a un tobogán, en la casa que quedó a cargo del cuidado de mi madre, porque su dueña, íntima amiga de ella, retirose de vacaciones con su familia... Mi hermano cortaba el césped, mi madre barría el césped cortado... y yo me cuestionaba si ese frágil y diminuto tobogán soportaría mi no tan escaso peso, mi no tan escasas medidas... Un poco lleno de miedo, por el tambaleo y por el ruido que producían los metales oxidados subí las escaleras de esta máquina de diversiones... Me senté, apretado... El primer, el segundo y hasta tal vez el tercer lanzamiento fue del modo más común, con las piernas para adelante, con la boca hacia arriba... Luego me dije, como alguna vez en mi infancia: “¿esto anda de otras formas?”... Sí... Giré mi cuerpo... Ahora mis ojos miraban la superficie del tobogán... Las caídas (no se por qué) se hacían cada vez más aceleradas, cada vez más dolorosas... Seguí probando: me tiré al revés, con las manos hacia delante, con la boca hacia abajo... Y aunque cuando me aproximaba al final de ese camino empinado sentía una sensación de miedo, mi adrenalina aumentaba cada vez más desconsiderablemente... ¡Guau!, ¿por qué dejé de usarlos?... Y, luego de decenas de tiradas (que, como repito, cada vez eran más dolorosas, pero más emocionantes), me llegó a mi mente la revelación más importante de mi vida (luego de la que me hizo darme cuenta de que Dios existe (es Aieta)): tirarse con las manos hacia delante, pero mirando al cielo azul... Como repito, ya había habituado toboganes, hace muchos años, y tal vez halla experimentado estas sensaciones... Pero no lo recuerdo, y esto fue realmente... mmm... súper...
Ahora sí sabía lo que era emoción... aunque ahora sí me comenzaba a doler de enserio. A los serios golpes en la columna que esta forma de tirarme me causó, se le sumaron quemaduras por rozar mi piel con la plasticidad del tobogán...
Pero no podía parar...
Si bien luego me hice de unos almohadones para no tener que ir al hospital (eso impediría que siga jugando), seguí tirándome... ¡Guau!

No los aburro más, sólo les cuento que a la noche de ese día (o sea, de ¿hoy?) volví...
Y me volví a divertir...
Pero esta vez fui preparado...
Luz... Cámara... Tobogán... (aunque el tobogán estaba ahí)

Esto es sólo un adelanto... no tuve tiempo de preparar nada...
Son esas mini animaciones que saca mi cámara, que las tengo que armar en Flash...
Algo es algo...
No se muevan... Pronto armo algo mejor (muchas cosas, porque tengo muchísimas fotos)... Así que no saquen la mano de vuestro control remoto...

Por supuesto, el archivinguis que tienen que bajar está en la P. D. B. T. C.... Por comodidad, pueden escribirme a tercerocuarta@walla.com para que se los envíe gratuitamente... ATENTI: el archivo se llama “tobogancia.swf”. Por si no les anda, está el otro llamado “tobogancia.exe”, que es el exe que genera Flash (igual creo que si no les anda el primero, el segundo tampoco lo prodrán ver, a no ser que se descarguen el plug-in de Flash)...

Bueno gente(s)...
Los veo (cada vez más) pronto...

Nota traspapelada:
Quien aparece conmigo en algunas fotos (y hasta a veces solas) no es nadie más ni nadie menos que mi querida madre... Aviso para que no se caguen de miedo, pensando que se tratase del fantasma de algún otro muerto que no dejo descansar en paz...