Como ustedes repetidas veces habrán notado (aunque no tan repetidas como las veces que vieron un cartel del estilo “Gracias San Expedito”), en muchos sites de la Internet y sobretodo en las registraciones a los diferentes servicios que estos ofrecen, aparece una imagen cuyo contenido es un código alfanumérico, el cual deberá ser retranscripto por el interesado en un cuadro de texto ubicado comúnmente más abajo.

Las primeras veces que los vi, pensaba que todo esto se trataba de una maniobra que confirmaría la existencia de ciertos plug-ins instalados en el navegador, procurando un buen servicio (no es indispensable entender esto, pero si pueden es mejor... ríanse). Más tarde me enteré que no era más que un método para evitar, en el caso de las registraciones, iteraciones producidas por webbots.

Sin embargo, hasta el día de hoy estoy casi seguro de que estas verificaciones existen sólo para evitar que un grupo de personas (que, supongo por error, no está en la lista de Darío): los cieguitos. Para que nadie se desespere, los implementadores de estas técnicas agregaron links que permiten, por ejemplo, reproducir sonoramente el código (hecho que vuelve poco eficiente al sistema, ya que nuevamente es posible reiterar acciones, porque no es imposible –sino todo lo contrario– a partir del audio obtener los caracteres).

Pero esto es solamente a modo de introducción, ya que me tendría que tomar al menos varios pares de posts aparte para abarcar todos los temas que encierra este mundo...

Hoy, acá, con esto, así, no intento más que advertirles acerca de una consecuencia de este método macabro (ya verán por qué)...

Si prestan un poquito de atención, estos códigos parecen formados de forma arbitraria, al azar (aunque en algunas webs medio chotas juro que no es así, pero obviémoslas)...

Por ejemplo, se les puede aparecer un “Yd39Ax2”, algo del estilo “K103pXB” o un coso así: “0Ie2rhaBN”

Para ser más preciso... y de paso, por si aún no me comprendieron, seguro vieron algo así:

Esta generación automática y al azar de estos códigos encierra un gran misterio. Y ya me empezó a preocupar.

A estas alturas ya habré completado al menos unos 100 cositos de esos (por tirar una cifra, pero seguro son más... Están en todos lados (están)), y sin querer me di cuenta de algunas cosas.

Decírselas todas de golpe no sólo les causaría una conmoción cerebral de nivel azul, sino que además les quitaría mérito (hagan algo con sus vidas).

Por esta razón y a continuación, daré breves notas sobre un fragmento del mágico mundo de los cuadros de verificación.

En primer lugar, como sus ávidas cabecitas habrán percibido, la generación de los códigos no tiene nada de azar. Muchísimos organismos, gubernamentales y no, con fines de lucro y sin, protectores de la flora y fauna y destructores, punks, pinks, ponks, penks, etc... (o sea, casi todos los organismos), se inmiscuyeron en el armado de los códigos con distintos objetivos.

Así, por ejemplo, podemos citar a Wal-Mart, uno de los interesados, que propuso el siguiente código que, según testigos, apareció al menos unas 2000 veces:

A simple vista podemos notar que ese, que parece un código arbitrario, encierra el slogan característico de la marca más poderosa de supermercados del mundo: “Precios bajos todos los días. Siempre”

Además de esta, otras cadenas de ultramercados aprovecharon el sistema para publicar sus más espectaculares ofertas. En la segunda quincena de agosto, Coto anduvo promocionando:

Esto que no parece nada decir, mirándolo bien fijo devela obvias ofertas:

• 6 Helados por $5
• 1 Pebete a sólo $2

Pero a esto no le vieron el lado productivo sólo empresas de este estilo (como amablemente antes les aclaré). Citemos por citar a nada más ni nada menos que la archi mega Microsoft, la compañía de Bill, que influenció muchísimo a sus usuarios acerca de las desventajas de usar un sistema operativo gratuito y abierto. Así:

Podemos tomar también (ya que estamos) el caso de el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, o más precisamente al Sr. Telerman (que implemento estos mecanismos en la Capital)... Fue una tarea durísima, o como él mismo confesó “Nos costó un huevo y la mitad del otro” Claro, no tiene caso intentar influir en las decisiones de las personas mediante esta metodología si no se tiene por lo menos un sitio web. Por eso, antes que nada, debieron ponerse con el desarrollo de uno. A todo esto, la empresa destinada a esta actividad (externa al gobierno) y enterada de los objetivos quiso participar de la maniobra “tirando algún mensaje de vez en cuando”, según dijo su director, el licenciado Juan Sábado Pelón. Esto que comienza a parecerse una cadena, más se asemeja cuando descubrimos que en realidad no era “Q Chu Fio” (la empresa de Pelón) la encargada del desarrollo del sitio, sino simplemente una consultora. Quienes realmente harían el website eran empleados de la empresa “Web-O”, cuyo cuerpo directivo se sumó –sin dar lugar a oposición– a “la idea de obligar a la gente a hacer ciertas cosas que todavía no tenían pensado hacer”, como afirmó su gerente ejecutivo, quien nos ocultó su identidad, pero agregó: “aunque esto es lo que viene haciendo la publicidad hace rato... así que presos no nos van a meter... jaja... jaja... jee... jururú... jujuy”

A estas alturas, con aún más gente intermediaria interesada en meter letras significativas en esos mensajes, para que sus fortunas crezcan aún más, los arreglos acerca de cómo y cuándo se iban a hacer estas publicaciones fueron cada vez más difíciles.

Y cuando no parecía posible, surgió otro inconveniente nunca esperado por Mr. Telerman.

Tenían la web, las ganas de meter cartelitos de verificación... pero no tenían dónde ponerlos... Es decir, estaba el sitio, pero este no contaba con la justificación necesaria para que aparezcan cosas de este estilo (por ej., como cité antes, ante una registración).

La solución más simple y eficaz, tomada por el mismo Telerman fue poner una sección para alistarse en la Guardia Urbana, en la cual los aspirantes debieran ingresar sus datos personales y... REPETIR ESA SECUENCIA COMPLETAMENTE ARBITRARIA DE CARACTERES...

Todo funcionaba bárbaro, al menos en la teoría...

Llegó el momento póstumo, el de decidir la frecuencia, duración e importancia de cada uno de los mensajes subliminales... Pero faltaba lo más importante: los mensajes subliminales.

Cada grupo había armado los suyos (infinidad de ellos), pero las exageradas diferencias entre cada uno impedirían un desempeño óptimo de los malignos planes que se habían preparado.

Nuevamente Telerman (que quedó como el capo del asunto) sacó las papas de fuego (ya lo había hecho varias veces antes... “la cocina es una de mis pasiones”, confesó sonrojado) y luego de una rica cena dijo: “Mezclemo’ lo’ código’, mezclemo’”

Lo que parecía un estupendo y magnífico plan se convirtió en una verdadera cagada, pero no lo notaron hasta que advirtieron que la gente no respondía a sus deseos (entre otros: “dejar de piquetear”, “tirar la basura a horario”, “creer en dios”, “hablar el francés” y “no llevar bengalas a los recitales”).

¿Qué había pasado?

El mix de subliminalidades aconsejado por el pelado llevó a hacer imposible el poder de esta ciencia, y los humanos no pudimos percibir ningún mensaje...

Por ejemplo, con respecto a los deseos citados unas líneas más arriba, se estableció el siguiente código:

El afán de mezclar y la obligación de conservar cierta brevedad hicieron fracasar con total éxito (viva Yeta) al hombre Teler.

Lamentablemente, la sección “UGU - Uníte a la Guardia Urbana” está temporalmente fuera de servicio...

Será (entonces) hasta encontrar otra forma de expresar la ira contra la gente... O algo así.